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-- LA LEY -- SOBRE LA VIOLENCIA DE GENERO
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-- LA LEY -- SOBRE LA VIOLENCIA DE GENERO
LA LEY:
Está sentada en el rincón. Intentando tomar aliento, se está ahogando no tiene aire, oye un susurro y se da cuenta. Comprende que es el aire que pasa por su garganta. Mientras mira el libro deshojado que estaba leyendo cuando su marido ha llegado a casa. No es que importe mucho la novela. El dolor que la atenaza es muy intenso como para que queden fuerzas para preocuparse por cosas insignificantes. Nunca pero nunca, sintió dolor como el que ahora siente. Por que ahora es cuando ruega que no le haya pasado nada al bebé, está embarazada de cuatro meses. Sabe que el niño aún es parte de ella, allí sentada en el rincón, con el cabello lacio pegado a sus mejillas sudorosas, le parece que se ha tragado un clavo caliente. Pero… siente que algo le chorrea en la cara interior de los muslos. Entonces susurra bajito:
-No, no, que sea sudor o pis. Si, eso es. Me ha hecho tanto daño al pegarme por tercera vez que me he hecho pis encima y no me di cuenta.
Pero no es sudor ni orina. Es sangre. Esta sentada en un rincón mirando un libro roto cuyas hojas están desparramadas en un sillón, cuando su seno se está preparando para expulsar al bebé que hasta hace poco albergaba. Y vuelve a susurrar:
-¡No! -gime -¡por favor, no!
Tiene miedo mucho miedo, ve la sombra de su marido alargada, como la sombra de un ahorcado danzando en la pared de la cocina, ve el teléfono contra su oreja; incluso ve sus dedos. Alisando los rizos del cable, lo sostiene, luego la suelta. Piensa que está llamando a la policía. Una tontería… él es la policía. Tiembla ¿Quién se interpondría en su camino? ¿Quién iba a contradecirlo? Sólo alguien que no lo conocía, alguien que no lo conoce tan bien como ella. De pronto parece acordarse de ella, la contempla con su cara enrojecida y apuesta. Sus ojos parecen carentes de expresión como fragmentos de vidrios. Ella le muestra la sangre en sus dedos… lo más parecido a una acusación que ella se atreve a expresar.
-El problema es esto -asegura él, agarrando los restos del libro y acercándolos a su cara como si ella fuera un cachorro que se hizo pis en el suelo.
-¿Cuántas veces te dije que no leas porquerías?
Ella podría decir que nunca. Ella está sentada en un rincón abortando. Da lo mismo, siempre dice lo mismo, aunque estuviera mirando las noticias en la tele. Aunque estuviera cosiendo un botón, o haciendo la siesta en el sofá, siempre eran porquerías para él. Ella sabía que él usaría sus puños cuando le decía:
-Quiero hablar contigo, cariño.
Ya no puede más.
-¿Es que no entiendes? -susurra. -¡Estoy perdiendo al bebe!
Y él sonríe;
-Puedes tener otro
¡El regresa, esta vez la matara! De ella brota más sangre, y el aborto tiene lugar, lo expulsa, así como el dolor llega a su punto culminante antes de desplomarse.
A lo lejos se escucha el sonido de la ambulancia. Afuera, se escuchan pasos corriendo hacia la casa, pero es tarde, ambos han partido. Él llora desesperado, su esposa se cayó por las escaleras, estaba embarazada, los llamó pero como siempre han tardado demasiado. Hipócrita, el secreto está seguro; él es la ley…
(Sobre violencia de género) Liliana
FUENTE: http://unapantallaviva.blogspot.com.ar/
Está sentada en el rincón. Intentando tomar aliento, se está ahogando no tiene aire, oye un susurro y se da cuenta. Comprende que es el aire que pasa por su garganta. Mientras mira el libro deshojado que estaba leyendo cuando su marido ha llegado a casa. No es que importe mucho la novela. El dolor que la atenaza es muy intenso como para que queden fuerzas para preocuparse por cosas insignificantes. Nunca pero nunca, sintió dolor como el que ahora siente. Por que ahora es cuando ruega que no le haya pasado nada al bebé, está embarazada de cuatro meses. Sabe que el niño aún es parte de ella, allí sentada en el rincón, con el cabello lacio pegado a sus mejillas sudorosas, le parece que se ha tragado un clavo caliente. Pero… siente que algo le chorrea en la cara interior de los muslos. Entonces susurra bajito:
-No, no, que sea sudor o pis. Si, eso es. Me ha hecho tanto daño al pegarme por tercera vez que me he hecho pis encima y no me di cuenta.
Pero no es sudor ni orina. Es sangre. Esta sentada en un rincón mirando un libro roto cuyas hojas están desparramadas en un sillón, cuando su seno se está preparando para expulsar al bebé que hasta hace poco albergaba. Y vuelve a susurrar:
-¡No! -gime -¡por favor, no!
Tiene miedo mucho miedo, ve la sombra de su marido alargada, como la sombra de un ahorcado danzando en la pared de la cocina, ve el teléfono contra su oreja; incluso ve sus dedos. Alisando los rizos del cable, lo sostiene, luego la suelta. Piensa que está llamando a la policía. Una tontería… él es la policía. Tiembla ¿Quién se interpondría en su camino? ¿Quién iba a contradecirlo? Sólo alguien que no lo conocía, alguien que no lo conoce tan bien como ella. De pronto parece acordarse de ella, la contempla con su cara enrojecida y apuesta. Sus ojos parecen carentes de expresión como fragmentos de vidrios. Ella le muestra la sangre en sus dedos… lo más parecido a una acusación que ella se atreve a expresar.
-El problema es esto -asegura él, agarrando los restos del libro y acercándolos a su cara como si ella fuera un cachorro que se hizo pis en el suelo.
-¿Cuántas veces te dije que no leas porquerías?
Ella podría decir que nunca. Ella está sentada en un rincón abortando. Da lo mismo, siempre dice lo mismo, aunque estuviera mirando las noticias en la tele. Aunque estuviera cosiendo un botón, o haciendo la siesta en el sofá, siempre eran porquerías para él. Ella sabía que él usaría sus puños cuando le decía:
-Quiero hablar contigo, cariño.
Ya no puede más.
-¿Es que no entiendes? -susurra. -¡Estoy perdiendo al bebe!
Y él sonríe;
-Puedes tener otro
¡El regresa, esta vez la matara! De ella brota más sangre, y el aborto tiene lugar, lo expulsa, así como el dolor llega a su punto culminante antes de desplomarse.
A lo lejos se escucha el sonido de la ambulancia. Afuera, se escuchan pasos corriendo hacia la casa, pero es tarde, ambos han partido. Él llora desesperado, su esposa se cayó por las escaleras, estaba embarazada, los llamó pero como siempre han tardado demasiado. Hipócrita, el secreto está seguro; él es la ley…
(Sobre violencia de género) Liliana
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